El viernes 23 de noviembre la Fundación Casa de Refugio Matilde junto con la Red de Atención y Prevención del a Violencia Intrafamiliar (Rap Vif Sur) organizó un conversatorio denominado “Las Luchas Feministas frente al recrudecimiento de la violencia machista”.
El conversatorio se realizó en el mismo sur de Quito, en la Plataforma de Desarrollo Social en la zona de Quitumbe y contó con la participación de cerca de 80 personas, entre ellas lideresas del sur de Quito, miembros del personal del Hospital Enrique Garcés, de la Maternidad Luz Elena Arismendi, delegados y delegadas de las instituciones que forman parte de la Red Rap Vif.
Expusieron en la charla: Cristina Burneo, docente de la Universidad Andina Simón Bolívar; Natalia Sierra, docente de la facultad de Sociología de la Universidad Católica del Ecuador; Carla Sánchez, miembro del movimiento Vivas Nos Queremos y Francisco Hurtado, defensor y activista de los Derechos Humanos.
¿Por qué en el Sur de Quito? Para la Fundación Casa de Refugio Matilde fue importante generar este conversatorio en Quitumbe, una de las zonas con el mayor índice de violencia de género y de femicidios en Quito y todo el Ecuador.
El conversatorio resultó ser un espacio donde las y los expositores destacaron la importancia de que las mujeres estemos unidas frente al recrudecimiento de la violencia machista y de seguir en la lucha para que “el ser mujer no sea una tragedia en nuestra sociedad”, como expresó Natalia Sierra quien narró su testimonio como sobreviviente de violencia de género.
Pero también fue un espacio de esperanza, como lo dijo Andrea Tamayo, de la Fundación Casa de Refugio Matilde, al inicio del evento: “Este debate lo hemos propuesto frente al hecho de que la violencia machista se ha ido recrudeciendo, pero al mismo tiempo, también porque hay mucha esperanza en el sentido de que las mujeres seguimos luchando juntas”.
María Augusta Villa Viera de Surkuna, moderadora del panel, expresó que el feminismo es una crítica a la modernidad: “consideramos que la lucha feminista es el empoderamiento de las mujeres, es un deseo de transformar la realidad, por tanto las mujeres tenemos que alzar nuestra voz”.
Cristina Burneo inició su exposición: “Ya no está en debate que nos está matando todo el tiempo, que nuestras vidas están en peligro, que nuestra vidas están precarizadas, es algo que no está en debate, es algo que sucede permanentemente”.
Pero dijo que lo sí está en discusión es: “cómo podemos intervenir en nuestras condiciones de vida” y lanzó la propuesta: “si cada vez sabemos más del tema de violencia, en realidad lo que tenemos que hacer es más que un debate, es construir respuestas colectivas de cómo intervenir en las condiciones de vida”.
“Es muy fácil decir que hay que romper con la violencia, pero a veces estamos en situaciones en que no hay cómo, no es fácil romper las cadenas de violencia. Eso se llama recrudecimiento de la violencia machista cuando una mujer piensa en que puede decirle a su pareja que se quiere divorciar y eso resulta en amenaza de muerte, eso no debería pasar en el 2018”, dijo Cristina.
Y propuso la idea de preguntarnos “si las mujeres solas podemos modificar esas condiciones que cada vez se están volviendo más violentas, y solas es difícil, y la idea es trabajar colectivamente” porque, dijo, ante un estado que no le interesa apoyar los procesos de larga duración para frenar la violencia, la alternativa es “que las mujeres nos juntemos”. “Así si podemos intervenir, cuando las mujeres nos juntamos nos vamos dando cuenta de quienes somos, cuando no nos dicen quienes hay que ser. Todas conocemos estas historias de cada una de nuestras familias, nos damos cuenta de las violencias que hemos vivido y cómo podemos ir saliendo de eso”.
En ese sentido dijo que nos preguntemos “cómo amamos a los hombres en nuestras familias, porque la violencia tiene que ver con cómo estamos amando… son preguntas para ir trabajando en nuestros procesos, porque se cruzan nuestros afectos, de nuestras situaciones migratorias, si nos hemos desplazado, si tenemos empeeo, si somos económicamente dependientes”.
Terminó con la propuesta de pensar “cómo nos hacemos preguntas de colectivo que nos permitan pensar en cómo intervenir en nuestras propias vidas y no estar a merced del recrudecimiento de las formas de violencia machista”.
Francisco Hurtado, activista y defensor de los Derechos Humanos, expresó desde su posición de hombre: “nosotros como agentes que reproducimos esa violencia sea porque la ejercemos de manera violenta o porque nos volvemos cómplices, intelectualmente la empezamos a justificar con nuestra historia personal y los procesos violentos que vivimos desde cuando éramos niños, pero precisamente cuando nos empezamos a quedar en ese lugar y no nos preguntamos y qué hacemos frente a eso, es difícil salirnos naturalizarnos como seres violentos como hombres”.
“Nosotros tenemos agencia de cambio, si yo me quedara en el lugar de la violencia que mi padre ejerció contra mí, para explicar por qué yo respondo de ese modo, no estoy llevando a nada, no estamos dando una respuesta a ese recrudecimiento de la violencia, sino de todo lo contrario, en efecto somos capaces de empezar a dar pasos para intentar contener aquello que hemos reproducido desde pequeños y que luego sostenemos de maneras conscientes en contra de las mujeres”.
Así, dijo que “es fácil salir y decir el discurso que estoy diciendo y luego salir y hacer otra cosa. Creo que eso es lo más complejo que está sucediendo en estos momentos que podemos dar discursos bonitos y luego somos las personas violentas que ustedes están combatiendo”.
Natalia Sierra, docente de sociología, dejó de lado el discurso académico y narró su propia experiencia de vida como sobreviviente o sujeto de violencia de género y expresó un mensaje de fuerza y esperanza para las mujeres. “No voy a hablar desde la Universidad, estoy convenida que el primer paso para tratar de frenar esta violencia es el reconocimiento que una ha sido violentada y no desde el abstracto nosotros somos violentadas”.
Aquí su testimonio en primera persona:
“Soy nieta de una mujer que fue empelada doméstica, en alguna de las casas de las familias ricas de Quito donde botaban la leche que sobraba y en la noche ella se escondía para recoger esa leche para llevarle a mi papá porque no le dejaban llevarse la leche que sobraba y recogía también las cáscaras de las frutas para llevarse a su casa. Luego ella entró a trabajar en la fábrica La internacional, para ella fue un logro pasar de ser de ser empleada a ser obrera, pero terminó enferma de los riñones, porque no podría ir al baño. Fue una madre soltera, sola crió a sus tres hijos. Esa es mi abuela.
Mi madre era una campesina, del Oriente, salió a educarse a Quito, cuando llegó acá encontró una ciudad hostil, tuvo tres hijos. Yo soy la menor y cuando yo tenía 4 años, mi padre se fue, porque los padres se divorcian de los hijos, entonces se fue y le dejó a mi madre a cargo de los tres, con un sueldo de una profesora de escuela. Pero nos crió, como mi abuela crió a sus hijos, con ese sacrificio que la mujer está obligada a hacer.
Ella siempre nos decía que lo único que uno no puede dejar pasar es la injusticia. Y nos criamos así. Por eso mi hermana mayor entró a tratar, no sé si equivocada o no, entró a tratar de cambiar las injusticias de un sistema patriarcal, capitalista y el estado la asesinó cuando tenía 22 años. Eso generó un drama para mi madre, la asesinaron a ella y a su esposo y mi madre se hizo cargo de un niño que dejaron.
En ese proceso fui creciendo. También fui violentada por el Estado con las persecuciones a la familia. También fui golpeada por mi primera pareja, a los 20 años, no solo era una violencia emocional, psicológica que ya era bastante, sino también violencia física. Las mujeres que hemos sido golpeadas sabemos cómo es eso. También fui abusada sexualmente y seguí.
Y además de otras cosas, abusos emocionales, las parejas nos ponen en el filo de la inseguridad emocional para poder manipularnos, que nos chantajean con el tema económico, con el tema social y uno sigue y más cuando uno tiene hijos.
Luego como tuve una hija y esta sociedad es de hombres, viví la angustia de que si sale, qué le irá a pasar, que capaz que la violan, que la matan… porque las personas te dicen qué bueno que ha salido varón… pero no es bueno porque sea varón sino porque en una sociedad machista las mujeres siempre estamos vulneralizadas. Entonces tenía que llevarla, salir a verla, todo el tiempo sufrir por la hija.
Así llegué ahora, tengo 50 años y descubrí algo que es lo que quiero compartir con ustedes, siempre he estado ligada a la lucha sociales: cuando se dice que se ha recrudecido la violencia, luego que una viene de mujeres que nos han sostenido, cuando he vivido la violencia que es herencia, la violencia que sufrió mi abuela, mi madre… me doy cuenta que no estuve sola , porque hay una red: logré salir adelante, no estoy hecha pedazos, no me volví alcohólica, no caí en las drogas y todo por una razón, que es que siempre que a pesar de todo lo que me pasó, no me quitaron nada a mí como dignidad, nada. Porque a veces nos revictimizamos porque asumimos que ya no somos algo, si nos pegaron, si nos violaron, si nos hicieron sentir que no servíamos para ser amadas, sentir que no me quitaron nada y empecé a pensar en eso. Sentí que mi dignidad estaba intacta y sentí que está más intacta cuando lograba entender que no era yo sola, porque a veces que solo a una le pasa y te sientes tan sola y tienes vergüenza de decir, cuando comprendes que hay otras mujeres a las que les pasa, más en los sectores populares porque así es el sistema.
Entonces decidí pelear y no pelear solo con los agresores inmediatos porque sin parte de una estructura gigantesca decidí pelear contra ese sistema. Un sistema que al final se sienta sobre nosotras. Porque nosotras soportamos todos, porque en el fundamento del sistema estamos nosotras, siempre soportando todo.
Uno dice ahí está nuestra dignidad, si nosotros no soportaríamos no habría vida, no había patriarcado, porque nosotras soportamos el patriarcado, el capitalismo… siento que a veces hay una complicidad con ese sistema. Esta historia a mí me duele mucho, no hablo mucho de esto. Ahora decidí hablar porque una tiene que aprender a decir yo he sido violentada de todas las formas posibles, pero he sido violentada. Y voy a seguir peleando. No sé si logre ver una sociedad donde ser mujer no signifique, pero me moriré peleando y eso es lo que me devuelve una y otra vez la dignidad, un lugar en este mundo. Yo vine a este mundo y a pesar de todo lo que me pasó sé que tengo algo que hacer en este mudo. Y ese algo es pensar que en algún momento nacer mujer no sea una tragedia que sea una de las cosas más bellas, decir que yo he tenido una hija mujer, esto también me devolvió la dignidad.
Invitarles a cogernos las manos, no tener vergüenza de lo que nos han hecho, porque son los agresores tanto individuales como colectivos, como institucionales, los que tienen que bajar su cabeza, tener vergüenza y pedir perdón, no nosotras”.
Al finalizar, Carla Sánchez, miembro de la plataforma Vivas Nos Queremos convocó a la Marcha Nacional del siguiente día sábado 24 noviembre por el Día Internacional de la No Violencia a la Mujer.
“Vemos que lo que las violencias que vivimos no es algo individual y nos dimos cuenta que es un problema sistémico y no individual y la forma que podemos que podemos frenar esas violencias es de una forma colectiva”, ese fue el nacimiento de Vivas Nos Queremos con la convocatoria a la primera marcha en el 2016 con la idea de visibilizar “estas violencias que nos atraviesan a todas de una forma colectiva porque al mismo tiempo somos silenciadas como una forma de violencia, de manera histórica”.
En este año con la marcha se busca, dijo Karla, “visibilizar la violencia sexual, porque queremos romper el silencio, acompañarnos a quienes hemos vivido violencia sexual. Porque es una forma es darnos apoyo mutuo como siempre ha existido, hacer visible, desnaturalizar, que las sobrevivientes somos culpadas, es acompañarnos mutuamente”.
“La marcha para nosotras también tiene un objetivo muy importante de memoria de nuestra hermanas que ya no están, pero también de reparación. Que ésta reparación se da al activar colectivamente. Que juntas podamos hacer frente a lo que nos pasa a todas. Denunciamos en esta marcha la complicidad que existe del Estado y de la sociedad de estas violencias. Marchamos porque no tiene que ser así, porque el estado y la sociedad tienen que accionar de forma efectiva para prevenir la violencia”, indicó.
Además expresó que la marcha se realiza pensando en las generaciones futuras: “Creemos en una sociedad mejor para las mujeres y en que las que estamos y las que van a venir sea mejor, no tengan que pasar las violencias que pasamos las que estamos. Es importante por todos estos procesos de memoria y reparación. Es un proceso de esperanza, todas que estamos viviendo día a día estas violencias, somos personas que creemos en un mundo mejor, que tenemos mucha esperanza. Frente todo este proceso que hemos vivido históricamente el camino que es un camino que ha sido abierto por muchas mujeres antes, es lindo ver este proceso que hemos recorrido, que esta conciencia viene un poco tarde, nos caliente el corazón que las compañeras más jóvenes comienzan a tener esta conciencia”.
“Vemos que es una lucha colectiva, no individual, una lucha que colectivamente se hace más fuerte, resuena más, lo hacemos porque queremos seguridad que el día de mañana va a ser distinto para nosotras. Para que el día de mañana, las mujeres que vengan tengan una vida distinta de las que estamos ahora y las que nos precedieron”.
Texto: Lucila Donoso Fotos: Andrés Yépez